Lamentablemente las últimas notícias que recibo de México, bien a través de colegas y amigos bien a través de los medios electrónicos, no parecen permitir que uno pueda calificar la actual situación como de farsa al más puro estilo bodevilesco. De hecho estuve tentado de titular este post como "El traje nuevo del emperador", en referencia a una sensación que me da cada vez que leo o escucho alguna declaración de AMLO (o Manuel Andrés LO, según fuentes críticas).
Ciertamente yo ya empiezo a dudar muy mucho acerca de la posible viabilidad de un acuerdo interpartidista que permita cerrar la página electoral y permita afrontar los retos que, año tras año, la elite política mexicana anda arrinconando por motivos puramente egoístas en el mejor de los casos (o pecuniarios en el peor).
Pero es que además, y me duele en el alma constatarlo, casi podríamos decir que el 75% de los políticos mexicanos (in extenso) es incompetente, lisa y llanamente. He tenido el gusto (y a veces el disgusto) de conocer algunos con muy altas (y no tan altas) responsabilidades y al final casi siempre me ha asaltado la misma pregunta: ¿y cómo coño han llegado a esta posición sin saber absolutamente nada de nada?
Debo decir en su descargo que, sin ir más lejos, también aparece esta pregunta en mi entorno catalán y español, pero la única diferencia es que aquí el porcentaje lo situaría yo en el 25% (y en el contexto europeo lo bajaría a un 15%).
La derivada de ello es que, a partir de este paisaje, poco desempeño podemos esperar de nuestros políticos (y hablo como casi-mexicano que soy). El ejemplo paradigmático lo está ofreciendo día tras día, y patochada tras patochada, AMLO. Veo con preocupación que en la "dizque" tercera asamblea informativa (tiene huevos la cosa, llamar a una puta movilización fascistoide asamblea informativa...) llama al establecimiento de "campamentos permanentes", así como invita a artistas a "realizar obras de teatro", como si estuviérmos en el sitio de Breda.
Esta situación, además de ahondar en la fractura que está configurándose en el país, apunta al enquistamiento de un planteamiento puramente personal, obsesivo, patológico (mesiánico, lo calificó Krauzé), en el que el resto de comparsas del partido únicamente se limitan a aplaudir, acompañar, grillar, pasar la charola y a decirle a su "emperador" que el traje es precioso (aún sabiendo que a cada paso que da más en bolas se queda), con la única aspiración de conseguir joder todo el sistema o, en su defecto, poder agarrarse de una ubre estatal (o paraestatal) para así retirarse con un riñón y medio cubiertos.
Uno al final se rie por no llorar al recordar el principal slógan de campaña de este iluminado irracional, porque lo único que va a conseguir va a ser que los pobres pobres que le andan siguiendo el juego y que se lo creen se topen al final con que el poco poso de esperanza que tenían se lo robó descarnadamente un loco de la colina, que con tal de mantener la tensión cualquier dia nos dirá que fue abducido por huestes azules que, tras realizar un viaje cósmico, le implantaron un microchip con el que le obligaron a descalificar a todas las instituciones del país, al medio millón de compatriotas que se desempeñaron en la jornada electoral y, por si fuera poco, a buena parte de sus propios correlegionarios y socios políticos. Quienes por cierto, una vez conseguido el objetivo de mantener el registro así como de colocar a sus propietarios (véase Dante Delgado) no han abierto la boca. No se merecen vivir a cargo de los impuestos que pagan, aquí sí, los pobres.
Total, que vaya mierda de situación nos está dejando para el futuro precisamente aquél que se dice preocupado por la democracia y por el desempeño del país.
Por favor, emperador de pacotilla, dáte cuenta que estás en porretas y haz, de una puta vez, el mejor servicio que podrías hacer nunca al país y a sus sufridos ciudadanos: acepta ya que perdiste, que la cagaste, que ya no vas a poder pintar nada en el México de este siglo y retírate a criar chachalacas, comer pejelagarto y, de vez en cuando, contar tus batallitas en la cantina del rancho. Tus sufridos súbditos te lo agradecerán.
Y a los que no nos pueden aplicar el 33 en el ciberespacio, también.