En primer lugar una disculpa. Realmente hace mucho que no aporto nada nuevo al blog, pero sinceramente mi "desaparición" tiene poderosas razones: en primer lugar estoy pasando en verano (algunos dirían que las "vacaciones"...sic) en México, dando clases en El Colegio de Veracruz y en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Ya son destinos "tradicionales" en mi quehacer académico-veraniego-familiar, así que... En segundo lugar llevo ya un buen tiempo dedicándome al voto electrónico (algunos ya conoceis mi otro blog: reniu.blogspot.com) así que me entendéis.
No obstante sigo siempre con la atención puesta en el mundo de las coaliciones, ya que por suerte ha sido (y lo seguirá siendo) mi principal campo de especialización. Lo que quería comentar, de ahí el título, es el tremendo desconocimiento que uno percibe sobre todo lo que rodea el ámbito de los pactos y negociaciones coalicionales -no ya en España o Catalunya- sinó en el resto del mundo y en sistemas tan alejados de los nuestros como es el mexicano. Este fin de semana pasado se celebraron elecciones intermedias a Diputados locales en el estado de Veracruz (mi segunda residencia, jejeje) así como de Presidencias Municipales (alcaldes). Aunque en este caso los alcaldes se eligen en elección directa por mayoría simple, así como 30 de los 50 diputados locales en distritos uninominales, los 20 diputados restantes son electos mediante un peculiar sistema de listas plurinominales.
Más allá de lo atinado o no del diseño del proceso (existen límites al número total de diputados que la formación mayoritaria puede obtener, en base a sus diputados de mayoría...) así como de la transparencia de la cita electoral, lo significativo es los "constraints" que introduce el sistema electoral en el ámbito de las coaliciones.
Para no hacerlo muy cansado, básicamente el sistema electoral mexicano descansa (a nivel federal y a nivel estatal) en lo que se denomina el "registro de partido": si un partido que se presenta a la elección no obtiene el 2% de los votos pierde su registro y, con ello, las desorbitadas prerrogativas (financiación básicamente) a las que tiene derecho. Como bien os podeis imaginar ello supone que múltiples micro-partidos que en cualquier otro sistema habrían desaparecido (o simplemente serían eternamente extraparlamentarios) "vendan" al mejor postor sus pocos apoyos electorales con el objetivo de formar una coalición electoral que les brindará -de acuerdo con lo establecido en un convenio (o contrato) previo- el anhelado 2% (o más si cabe). El resultado es que por lo general dichos partidos (como por ejemplo el Partido Verde Ecologista de México, el Partido del Trabajo, Convergencia Democrática, Alternativa Social Democráta y Campesina o el Partido de la Nueva Alianza entre otros) terminen configurando amplias coaliciones electorales con los grandes partidos (PRI, PAN o PRD) en las que, como mucho, obtienen alguno de los primeros puestos en las listas plurinominales.
Además de esta concrección práctica de la operación del entorno jurídico-electoral como concidionante de la formación de coaliciones nos encontramos luego con la "divertida" (por calificarlo de alguna forma, claro!!!) decisión de dichos partidos de abandonar la disciplina coalicional que les permitió mantener su negocio (quiero decir su registro, ups!) con lo que realmente nos encontramos ante la más burda y simple instrumentalización de la formación de coaliciones. ¿O no?